Hi! Me gusta crear e imaginar historias y aspiro a llegar mucho mas allá q esto. El poder entender y aceptar las criticas es esencial para continuar. Mejorando cada día mas, a partir de ellas! Aunq a veces ya no tenemos fuerzas para continuar. Me encanta de escribir el mero hecho de crear, soñar, sentir q viajas por mil mundos, q todo parezca real. Meterse en la historia hacerlo tu mundo. El blog está pensado para compartir esas emociones cn ustedes.. espero crecer y ser mucho más Gracias!
miércoles, 14 de enero de 2015
viernes, 2 de enero de 2015
Fragmento
En esta entrada les comparto un fragmento que escribí en un momento de inspiración. Más tarde veré dónde lo ubico y a que historia pertenecerá.
Las gotas golpeaban con fuerza el techo
de chapa, y al salir fuera del cobijo de la acogedora casa observé
las pequeñas marcas de agua en la vereda. El olor a tierra mojada
comenzó a inundar el ambiente. Dirigí mi mirada al cielo, nunca las
había visto así, avanzando tan rápidamente, devorándose el cielo
azul. Las nubes se movían como si realmente estuvieran vivas, era
algo inimaginable. De a momentos rugían como un furioso animal, el
sonido se extendía como en un campo abierto. El viento inició
azotando de a poco el lugar y en segundos se manifestó con su total
furor. Todo cuanto estuviera a su alcance se agitaba con violencia,
las copas de los altos árboles se cimbreaban fuertemente y el ruido
de las hojas al moverse se superpuso, oyéndose como constantes
murmullos.
Corrí descalza por la hierba mojada
hacia el pequeño establo situado al fondo del terreno que se erguía
débilmente allí. Lo había construido mi padre cuando nos mudamos
aquí hacia ya años, con el paso del tiempo se había ido
deteriorando pero tarde o temprano él siempre lograba reforzarlo.
Ese establo aguantaba grandes tormentas y vientos, nada lo destruía.
No obstante, al morir mi padre, el viejo edificio quedó abandonado,
a su merced, y tanto él como mi hermana y yo, sentimos su ausencia.
Sentí en cada paso el golpe del agua
fría cayendo sobre mi cuerpo y las tenues punzadas en los pies al
avanzar apresurada por las piedras del sendero maltrecho. Al llegar
al viejo portón del establo, me sitúe a la intemperie permitiendo a
la lluvia mojarme mientras observaba las nubes grises moverse con
apuro hacia el Este, permanecí de tal forma varios minutos. Los
sucesos lograban cautivarme y no podía dejar de sorprenderme con
ellos, con las nubes. Casi parecía algo sobrenatural.
El viento empeoró aún más y el
establo crujió. Cerré los ojos apenada. No aguantará mucho más.
Era verdad, no creía posible
que el edificio sobreviviera a aquella noche, no en su estado. Aún
te necesitábamos papá. Todos.
Arrastré el pesado portón con
violentas sacudidas, triando desde la tranca hacia adentro. La madera
raspó el piso, cómo acostumbraba a hacer y finalmente logré
trabarlo.
Recorrí el camino devuelta hacia la
casa mientras repasaba cada sonido y movimiento natural. Quería
conservarlo todo, registrar ese momento en mi mente con cada uno de
los detalles. No lograba explicarme por qué, pero lo deseaba.
Cerré de un portazo y me deshice de
las prendas empapadas, colgué la capa de cuero bordó en el perchero
y me deslicé hacia el fuego.
En la cocina Ciana preparaba alguna
receta magnífica de las que le había enseñado nuestra madre.
—¿Está
todo bien? —Pregunté.
—Seguro.
¿Y el establo?
—Bien,
lo he trancado, pero no creo que aguante mucho más...
—No
digas eso. —Me regañó.— Papá se esforzaba mucho por ese
lugar, debe permanecer
en
buenas condiciones. —Ciana tranquilizó su expresión y habló
tristemente.
—Ciana,
papá cuidaba de él. ¿Qué podemos hacer nosotras? demás, las dos
sabemos que esta...
—¡Debe
resistir! —Me interrumpió.
—Ciana...
—Si
tu no quieres cuidarlo, entonces yo lo haré. Pero no voy a permitir
que lo piérdamos. Cuidaré de él. —Su tono de voz era ahora
autoritaria.
—Si
ni siquiera te agradaba ese lugar, detestabas los caballos y el olor
que se te impregnaba en la ropa. —La acusé.
—Debes
entender, es lo único que nos queda de él. Si estuviese vivo, él
querría que el establo permaneciera en pie.
—¡Pero
no lo está! Entiende tú Ciana, él no volverá, papá no volverá.
Se ha ido.
Los
ojos se le cubrieron de lágrimas y una de ellas resbaló, sin poder
contenerla, por su megilla. Ciana y yo teníamos cinco años de
diferencia. Con tan solo catorce, aún no asimilaba la idea de haber
perdido a su padre de un día al otro.
Aunque
no me lo digera e intentara aparentar fortaleza y seguridad, yo sabía
muy bien que aún albergaba la esperanza de verlo entrar por la
puerta despues del trabajo y que, por las noches, lloraba a
escondidas mientras pedía por favor volver a verlo.
A
la hora de comer, cada uno de los días de la semana, colocaba un
plato de sobra, esperándo que él llegara, encendía el televisor en
el canal que nuestro padre siempre miraba, fingiendo estar viviendo
un día normal.
Había
comenzado a sobrellevar aquello bastante bien, había incluso logrado
acostumbrarme a tener que oír aquel dichoso programa cada día. Pero
no podía seguir fingiendo que no sucedía nada, la situación era
tan ireal que dolía. Esperar a alguien que jamás llegaría.
Los
sierto es que parecía que en verdad estaba allí, sentado junto a
nosotras, charlando y preguntándonos sobre nuestras vidas, pero no
era así, yo lo sabía, aquel deseo no iba a cumplirse, y él ya no
regresaría. Dolía demasiado.
Se
ha ido. No
dejaba de repetirme aquellas tres palabras cada día a la misma hora,
sin embargo, no parecía así. Ciana lograba crear la atmósfera
necesaria para poder dudar de tal afirmación; pero tarde o temprano
siempre lo recordaba. Muerto.
Está muerto.
Ya
no podía tolerar esa situación, fingir que nada pasaba. Ya no lo
soportaba. Ciana debía comprenderlo, él no volvería. Estabamos
solas y debíamos vivir por nosotras y nada más. Dependía de
nosotras nuestro destino, y con falsas esperanzas, no era una buena
forma de empezarlo. Quizás aúno no lograba separarse de él, pero
debía hacerlo.
—Déjalo
ir Ciana. Déjalo.
—No...no
puedo. No quiero olvidarlo.
La
abracé con fuerza. Notaba el miedo y el dolor en su voz.
—Y
no lo harás, no tienes por qué. Solo debes dejar de engañarte.
—Suspiré— Escucha Ciana, yo también lo quería, lo quiero,
pero sé que no volverá y lo acepto. No puedes vivir esperándole,
no llegarás a nada.
—¿Y
no te duele?
—Claro
que sí. Pero estamos solas Ciana, nuestras vidas dependen de
nosotras y el esperar a que él regrese no va a ayudarnos, sino el
estar juntas cada día. Tenemos que seguir adelante, pero no así.
Comprende Ciana, no va a regresar.
Tal
vez fui demasiado dura, pero ya no lo soportaba más. Lo que Ciana
hacía, me causaba dolor a mi también. El contraste del ambiente con
su ausencia me estaba atacando de a poco.
Más
lágrimas bajaron por su rostro, y como si fueran contagiosas, pronto
mi visión se volvió borrosa y las lágrimas jugaron carreras por el
mío.
Ella
me abrazó.
—Te
quiero.
—Yo
también.
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