CAPÍTULO
6
LEZZLIE
El
sendero borrado
El
viento sopla a nuestro alrededor agitándolo todo. Los caballos
agudizan los oídos y emiten largos relinchos
cargados de temor. Este lugar no les agrada, están inquietos.
Controlarlos parece una tarea imposible pero de a poco logro
transmitirles tranquilidad y paz.
Hemos avanzado ya un largo trecho y debemos
continuar caminando.
—No
estarán seguros en este lugar.
—No
hay otra opción Lezz, aquí está bien.
—Debemos
regresar por ellos. —Digo.
—No
vamos a regresar a este bosque por unos estúpidos animales.
—¿Estúpidos?
Hemos llegado hasta aquí gracias a ellos y han hecho su viaje
—señalo a Máximo también— mucho más rápido que...
—Solo
digo que es estúpido estar preocupados por los animales en un
momento como éste.
Creo
detectar cierta envidia en su expresión. El terror lo está
atormentando y verme despreocupada por mi vida lo enfurece; pero en
realidad no estoy despreocupada, estoy terriblemente atemorizada y
los nervios me están carcomiendo por dentro. Las ganas de llorar me
invaden constantemente y a menudo siento ganas de gritarle al viento,
de dejar salir todo mi dolor aunque eso signifique dejarme la
garganta atrás; lo necesito, desahogarme es todo cuanto deseo a
veces. El dolor me esta sofocando pero aún así, debo mantener la
cordura, mantenerme fuerte y tranquila...
—Es
estúpido que discutamos esto para empezar.
—Comprendo
que temas lo que pueda suceder Charles, —suelto un suspiro
agotada,relajo la expresión y me tranquilizo— pero ellos temen
tanto por su vida como tú por la tuya. —¿Qué nadie lo nota?
¿No ven su temor? Veo a Ariel asentir.
—Es
estúpido todo esto. —Escupe las palabras con asco.
—Tal
vez deberías dejar de pensar en todo como estúpido. —Aaron alza
las manos en defensa— Es mi opinión.
Yo
no podría estar más de acuerdo con el.
—Éste
es el lugar más seguro, no podemos retroceder. —Ariel detiene la
discusión.
—No
lo es del todo.
—Te
guste o no, tendremos que dejarlos aquí, además siempre puedes
quedarte con ellos. —La voz es fría y me sorprende descubrir que
pertenece a Máximo.
Comprendo
el significado de sus palabras y algo se quiebra en mi interior como
un débil cristal al caer al suelo. La poca fuerza de voluntad que me
quedaba se quiebra también. Bajo la mirada, incapaz de observarlo;
las palabras continúan en mi mente, repitiéndose una y otra vez.
Por un instante me planteo la posibilidad de permanecer aquí, no
tengo porque ir al palacio; en Forp la señora Clark y su esposo sé
que no tendrán problema en hospedarme. Desecho esa idea al instante,
no quiero esa vida, no, aunque sea menos dolorosa que la que voy
buscando.
El
rostro de Máximo se vuelve serio, parece haber leído mis
pensamientos.
—Deja
ya de actuar así, no eres una niña. —Las
palabras brotan de su boca con la misma crueldad que las anteriores,
a diferencia de lo que había esperado. Eso solo empeora las cosas.
—Vámonos, tenemos un largo camino por recorrer. —Se
dirige a los demás.
—Púdrete.
—Es todo cuanto logro decir enfurecida, sintiendo un extraño y
ligero dolor en el pecho, a pesar de ello, las palabras sólo son un
débil murmullo. No creo que alguien las haya oído.
Reprimo
la sensación de atraer las piernas hacia mí y cubrirme con los
brazos hasta hacerme pequeñita, y detengo las lágrimas que asoman
queriendo salir.
Abandono
dichas emociones con furia y camino con la cabeza en alto, ignorando
la sensación de que existe algo quebrándose en mi interior, una
grieta que avanza a paso realmente ligero.
Amarro
los caballos al lugar que, considero, estarán seguros y, sin decir
palabra, me abro paso entre la densa maleza.
Será
por mí. Pienso. Seguiré por mí.
***
Avanzar es cada vez
más difícil, luchando contra la furia del viento que canta a
nuestro al
rededor su única
melodía. Las copas de los altos árboles se mecen con tanta fuerza
que parecen quebrarse en segundos.
En
el suelo la hierba suelta nos azota en pequeños remolinos. El cielo
esta cubierto ahora por un oscuro manto gris con tonalidades de negro
hacia las profundidades del bosque. En el horizonte se manifestan las
breves ramificaciones luminosas que recorren el cielo hacia nosotros.
En poco tiempo las
gotas frías comienzan a caer y el olor a tierra húmeda llega con
ellas. Los animales han abandonado el lugar, sólo se escucha la
melodía del viento y el batir de las hojas.
El furioso cielo
ruge por momentos y cada uno de nosotros se sobresalta.
Me
cubro la cara con los brazos y continúo avanzando mientras los
recuerdos llegan a mí como golpes en mi rostro.
Annabeth y yo
entrenábamos. Estiré la palma de mi mano y observé el Shen.
—Es
muy curioso. ¿No?
—¿El
qué?
—Tu
Key. Es distinto a los demás.
—Lo
sé. —Le respondí con el intento de evitar el tema.
—No, quiero
decir... ¿qué significará? —Preguntó con la mirada en el techo
del salón de entrenamiento.
—Ya
lo sabes. —Me giré de espaldas
a ella, dando por terminada la conversación...
—¿Sábes?
No creo que signifique que, simplemente, es un fallo ni que tú lo
seas. Además tu manejas el agua mejor que nadie que conozca.
Me
reí.
—Eso
porque no has visto a mi madre.
—¿Crees
que esté relacionado? —Preguntó unos minutos después con el ceño
fruncido.
—¿Lo
qué?
—El
key y la habilidad. —Murmura.
Lo pensé varios
minutos.
—No lo sé. Nunca
he visto el Key de mi madre, pero recuerdo que recibía mucho
entrenamiento, era su sueño, ser entrenadora; siempre trabajó para
lograrlo.
—Tal
vez sea distinta, ya sabes...
—Puede
ser, pero aún así puede no existir una relación entre dichas
cosas. —Contesté mientras jugaba con el agua.
Levanté
una pequeña pared de agua, de la altura de mis rodillas y la hice
bailar al ritmo de mi corazón.
Annabeth
sonreía.
—No
lo sé, pero tú eres, sin duda, una diosa.
—No
exageres, —sonreí— además tú también puedes hacerlo.
—Ya,
pero es distinto.
Ese
cometario conquistó mi atención, quién hasta el momento estaba
vertida en el agua. Dejé abandonada la muralla y observé a mi
amiga.
—¿Distinto?
¿Qué quieres decir?
—Si,
no puedo explicarlo. A ti... —Dejó la frase en el aire.
—¿Si...?
—Insistí.
—Es imposible de
describir. Nada te supone un esfuerzo. —Claro que sí. Había
pensado.— Te hes natural. A veces manejas tu elemento
inconsientemente o sin dedicarle mínima atención. —Señaló el
lugar donde, antes, se erguía la pared de agua.— Y... a ti... tus
ojos brillan de una manera tan intensa que pareces...
—¡Basta
de hablar! Más trabajo y entrenamiento. —La señora Bork había
interrumpido nuestra charla en el momento más interesante.
Las
palabras de mi amiga rondaron por mi mente todo el resto de aquel
día.
—¡Lezzlie!
¿Qué haces?
Una voz me arrastra
brutalmente a la realidad. Me detengo en seco y gimo; de dolor, de
felicidad, de tristeza, de nostalgia, de alivio. Las emociones se
arremolinana dentro de mí.
—¿Qué
haces? —Vuelve a repetir la pregunta. Máximo.
Delante
de mí se levanta una muralla de agua, más grande que la que acababa
de recordar.
Hace varios días
que no jugaba con el agua de tal forma. Me encamino hacia ella y la
atraviezo con la mano, el brazo, el hombro...
—¡Lezzlie
detente! —Retrocedo en transe y permanezco inmóvil.
Finalmente cierro
con fuerza mi mano y la dejo caer a un costado, la pared de agua
imita el movimiento de mi mano.
—Yo...lo...lo
siento. —No es así. ¿Qué
tiene de peligroso?
—¿Estás bien?
—Me sorprende que se preocupe por mí y frunzo el ceño, pensando a
qué de todo se refiere. No respondo, en vez de eso, caigo de
rodillas al suelo y observo mi Shen.
Siento
un agudo dolor en la cabeza.
Máximo
niega mientras me observa frenético. De pronto, su rostro comienza a
borrarse, se difumina hasta desaparecer.
—¿Lezzlie? —su
voz es lejana— ¿Lezz? —Tan sólo un susurro.
Todo se vuelve
blanco pero sigo conciente. Aunque pierdo la noción del tiempo,
rapidamente oigo una voz.
—Ya cassi
estáss lisssta... —la voz arrastra las "eses" como
si fuera un reptil— Debess busscar en ti para ssaber quue
esss... —un fuerte dolo amenaza mi cabeza, como si la
oprimieran con una máquina aplanadora— lo que ssignifica...
Los latidos de mi
corazon se aceleran y mi respiración igual, descubro con horror que
respirar se me estaba dificultando cada vez más.
—¿Máximo? —Me
alegra escuchar una voz conocida.
—¿Estaŕa bien?
—Es Ariel.
—Espero.
El blanco se vuelve
menos denso hasta desintegrarse y veo las caras de mis amigos
rodéandome.
—Demonios. —Es
solo un murmullo pero igualmente oigo la voz aliviada de Máximo. Lo
busco con la mirada.
—¿Lezzlie estás
bien? —Pregunta Ariel.
Intento hablar pero
sólo logro gemir de dolor. La opreción en la cabeza aumenta.
Permanezco inmóvil
durante unos segundos, una gota helada cae en mi cara y finalmente
encuentro mi voz.
—Si...si.
—Balbuceo.
—¿Qué sucedió?
¿Estás bien?
—¿Qué hacias?
¿Enloqueciste?
—¿Qué demonios
fue eso mojarrita?
Demasiadas preguntas
me atormentan y desvío la atención de ellos con la esperanza de
evitar el dolor abrumador en la cabeza, como si fuera a explotar.
Mis ojos se posan en
él y los suyos en mí. Descubro la preocupación reflejados en
ellos, no obstante aquella voz fría y sus malvadas palabras vuelven
a mí, recordándome el aún vivo dolor en el pecho.
Aquella voz...
¿Qué era esa voz?
Nadie más la oyó, lo sé, fue únicamente en mí, en mi cabeza.;
quizás por eso dolía de tal modo. ¿Quién me había hablado?
¿Estaba enloqueciendo? No.
Recuerdo sus
palabras:
"Ya casi estás
lista. Debes buscar en ti para saber que es lo que significa..."
¿Buscar en mí?
¿Qué debería buscar en mí misma? ¿El significado de qué?
A aquello le faltaba
información para encontrarle algún sentido, desearía haber
soportado varios segundos más.
Me levanto con
dificultad.
Los ojos de los
demás se posan en mí con curiosidad y preocupación, percibo la
llegada de más preguntas incluso antes de que empiezen a salir de
sus bocas.
Observo al cielo sin
vida, gris.
—Mejor que sigamos
—Intento desviar el tema.
Aaron abre la boca
con intención de realizar alguna pregunta pero la cierra.
—¿Qué diablos
fue eso? —Pregunta Charles.
Lo miro.
—No lo sé. —Me
guardaría el detalle de la voz como un pequeño secreto.
—¿No lo sabes?
¡Qué alguien me explique ésto!
—¿Qué fue lo que
pasó? —Máximo habla por primera vez.
—Sólo deje de ver
y ya no pude moverme. Perdí la noción del tiempo...y de repente
todo volvió a la normalidad. —¿Qué sería lo que quiso decir
aquella voz? Paso la vista por cada uno de ellos— Eso es todo.
Cominezo a caminar,
todo cuanto necesito en este momento es descansar y para ello aún
falta una larga distancia. Los demás me imitan sin volver a realizar
preguntas, creo que quedó bastante claro que no diré una palabra
más. Sin embargo, siento una mano tomarme del brazo. Me vuelvo
helada de sopetón.
—Hay algo más.
—¿Disculpa?
—Pregunto sin darme la vuelta.
—Dime que sucedió.
—Ya se los dije, a
todos. —Lo miro sin vacilar.
—No. Hay algo más,
escondes algo. —Sus ojos recorren mi rostro hambrientos, en busca
de algo que apruebe sus palabras, creo.
—¿A dónde
quieres llegar Máximo?
Me empuja contra el
árbol más cercano como respuesta, mi espalda golpea la dura corteza
del tronco y reprimo el abundante dolor en un corto suspiro. Él seca
el agua de la lluvia que corre por su cara con su camisa, lo miro
espectante. ¿De qué va esto? Avanza y la distancia entre nosostros
se acorta hasta ser de pocos centímetros, le sostengo la mirada
mientras lucho por controlar mi respiración.
Finalmente libera mi
brazo lentamente, posa la mirada en algún lugar de detrás de mí y
se aleja caminando mientras me desplomo. Sin saberlo, estaba
contraída contra el árbol, tensa.
Durante el resto del
camino las mismas preguntas vienen a mí una y otra vez. ¿Qué
fue eso? ¿A qué está jugando Máximo?
No comprendo para
nada su actitud, pero no voy a fiarme de ellas. Ninguno de los dos
habla durante el camino. Mejor.
Las
hierbas comienzan a ganar altura y los pinos son ahora altos
eucaliptos, cuyas raíces se extienden serpenteando por la tierra
varios metros de largo. Las enredaderas aparecen por todas partes, se
adhieren a cualquier elemento y crecen por todo el bosque
dificultando el paso en varias ocasiones. Los chicos van delante
cortándolas fácilmente pero con cuidado con sus dagas.
—Manta furiosas.
—Masculla Charles.
—¿Qué? —Pregunta
Aaron.
Máximo señala la
plaga.
—Es una enredadera
que nace en bosques tupidos, se agarra a todo cuanto encuentra y
crece así, alargándose. Sus espinas son letales. —Agrega por
último, como si fuera un mínimo detalle.
Aaron cautivado se
acerca a ellas para observarlas.
—Yo no lo haría.
Son extremadamente filosas, pueden realizarte un corte con el más
leve rose de tu piel. —Eso parece suficiente para aullentar a Aaron
de allí.
Tomo su lugar y las
observo, a mí no me dirá que hacer.
Hay miles de
aquellas espinas y cada una parece una estaca distinta,
extremadamente largas; pero más allá de eso, en sus puntas están
pintadas de un brillante carmesí, el color de la sangre se extiende
hasta la mitad de la espina, que al menos mide cinco centímeros.
—Veneno. —Lo
miro sorprendida— Al cortar la piel el veneno se dispersa en tu
interior atacándo cada minúscula partícula de ti. Dura sólo
cuatro horas, pero pueden ser las peores cuatro horas de tu vida; te
inmovilizas y no puedes controlar ni tu propia respiración.
—¿Y si superas
esas horas?
—Nadie lo ha
hecho.
Asiento y me separo
de la Manta filosa.
—Chicos, deberían
ver esto. —Dice Aaron.
El sendero que
marcaba el camino desaparece de manera casi imposible, somo si lo
hubieran quitado de allí. Tardo unos segundos en comprenderlo.
—¿Nadie ha pasado
este sector? —Miro a Charles y a Máximo con temor, asienten.
—Nadie va más
allá de aquí.
—Manténgase
unidos. —Dice Máximo, con su capacidad de hacer parecer por todo.
—¿Qué es? ¿A
qué nos enfrentamos? —Pregunta Ariel.
—El camino no fue
borrado... —Comienzo.
—Porque no fue
creado. —Él termina la oración.
—Sea lo que sea
que es, tiene un objetivo. —Dice Charles— Y es no dejar pasar mas
allá.
—Parece
tener...toda la intención de cumplirlo. —Obsrvo en la dirección
que Aaron señala y ahogo un grito. Esparcidos en el suelo hay varios
huesos de los que prenden aún restos de viejas telas que alguna vez,
fueron prendas.
—¿Qué...qué es?
—Preunta Ariel horrorizada.
—Nada bueno. —Le
contesto con la vista clavada en los cadáveres.
Temblando, esperamos
al enemigo, dispuestos a enfrentarlo.
Veo cómo todas esas
personas entendieron lo mismo que nosotros sobre el sendero, como
sintieron el temor de estar allí, y aún así como decidieron
enfrentarse al enemigo. Los veo ahora reducidos a huesos, y se me
forma un nudo en la garganta.
—¿Por qué no
seguimos? Podríamos aprovechar el tiempo en vez de esperar aquí.
—Dice Charles a mi lado. Nadie responde. —Podríamos correr ahora
mismo. —Vuelve a quejarse.
—Si no dejas de...
Un fuerte gruñido
me interrumpe, el enemigo se acerca, y parece ser peor de lo que
tenía en mente. Vuelve a gruñir, suena como un oso.
No puede ser un
oso. Pienso.
Gruñe, una vez tras
otra.
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¿Qué piensan que sea? Saluditos!
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